Hoy os hablaré de algo a lo que llevo dándole vueltas los últimos meses:
El egoísmo a la hora de cocinar profesionalmente.
Recordar que como siempre os digo esta reflexión es fruto de mi experiencia y está sujeta a mis creencias, no tiene que ser cierta, ni mucho menos verdadera.
La cocina profesional es un acto de egoísmo, de hecho es uno de los actos más egoístas que pueden realizarse.
Me hace muchísima gracia el hecho de que se disfrace como un acto de compartir y dar, como un acto de generosidad y de desinterés hacia el comensal, a la par que soy consciente que en la sociedad en la que vivimos admitir este acto innoble supone romper gran parte de la magia que envuelve a la gastronomía, y bajar del altar de la divinidad a todos los cocineros y chefs que copan las portadas de revistas y los platós de televisión.
Dicho esto, el cocinero profesional cocina desde el egoísmo, desde la búsqueda de reconocimiento y desde el ego. Esto podrá ser discutido por todos vosotros cocineros y puesto en duda, pero en el fondo todos sois conscientes de lo que digo y sabéis por qué os levantáis cada día.
!Qué difícil sería cocinar hoy en día sin la esperanza de ese aplauso y sin el anhelo del reconocimiento por el duro trabajo realizado¡
Lo podemos enmascarar y adornar como más nos guste pero el acto de cocinar profesionalmente, siempre seguirá siendo un acto de egoísmo en el que se busca el reconocimiento, la adulación, el aplauso y que se vea colmado nuestro afán de protagonismo.
Es algo difícil de asumir y mucho más complicado de aceptar, pero es fundamental entenderlo para poder elegir qué camino profesional debemos tomar y de qué manera nos vamos a relacionar tanto con nuestra profesión como con nuestro entorno.
Elegir con libertad es una tarea complicada y aceptar nuestro ego aún más.
Disfrutar del trabajo bien hecho, pero sobretodo de la honestidad.
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