El camino hacia conocerse es un camino sinuoso y eterno, es un camino en el cual somos los caminantes y a la vez somos el camino. 

Somos el camino y somos la persona que observa desde la distancia tanto al caminante, como al camino. 

Como no confundirnos y perdernos, sí a la vez somos camino, caminante y observador. Como no desorientarnos si aún siendo el camino andamos perdidos por él. 

Andamos buscando un camino sin ser conscientes de que ese camino somos nosotros mismos, somos el camino y lo somos porque todo lo necesario para andarlo se encuentra dentro de nosotros.

No hay atajos a la hora de andar el camino, no hay pasadizos secretos ni ningún mapa que seguir, esa es la gran prueba a la que nos sometemos, la gran prueba de entender que es posible andar el camino y ser el camino a la vez.

Que gran salto de fe él llegar a ser consciente de ello y que gran acto de comprensión es llegar a abrir lo suficiente la mente para empezar a ver cómo posible esta posibilidad.

Cuando comprendes que el caminante y el camino son uno, es entonces y sólo entonces cuando comienza el viaje del autoconocimiento. Una vez que comienzas este viaje, llegas a la siguiente encrucijada, en un momento sin saber muy bien como, te encuentras viendo desde la distancia el camino, cosa la cual es normal, lo irónico del momento es que cuando te quieres dar cuenta, también estás viendo al caminante y es aquí donde la verdadera batalla por entender la situación se desata.

El yo no entiende ni pretende comprender, el ser entiende y no busca comprender, la esencia universal de lo que somos disfruta del espectáculo, pero la realidad es que los tres son uno y en definitiva somos los tres.No busques una respuesta y empieza a sentir la pregunta ¿en qué momento me separé en tres? Es aquí donde reside el enigma a desvelar.

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