La realidad es que el titular no hace justicia a lo que pienso, pero es una buena forma de darle un título a un contenido, cuando menos, diferente a lo que normalmente estamos acostumbrados a escuchar.

Lo cierto es que no somos un país pobre, somos un país con ínfimos recursos y una capacidad de adaptación brutal, esa es la verdad. Dicho esto, sí que somos un pueblo pobre, un pueblo pobre de espíritu, pobre de actitud, pobre de iniciativa y pobre de objetivos.

Un pueblo que se conforma con lo que hay ya que pretender dar un paso adelante requiere de un esfuerzo que la inmensa mayoría no está dispuesta a hacer.

Nos quejamos y nos refugiamos en la queja, nos dedicamos a criticar y a despellejar sin tener ninguna alternativa y lo hacemos por el mero hecho de desahogarnos y conseguir así que nuestra patética existencia nos parezca menos patética y más llevadera.

No somos pobres por falta de recursos, somos pobres por falta de uso, por falta de ganas por ser. Esa es la cruda realidad de nuestra pobreza y ese es el mayor de nuestros castigos, no valorar los pequeños detalles que cada día hacen de nuestra existencia algo maravilloso, algo desde donde crecer y avanzar, algo desde donde poder dar lo mejor de nosotros mismos.

Somos pobres por inacción y falta de entusiasmo, por no dar ese paso al frente que nos saque de donde estamos y nos lleve a un nuevo espacio donde poder aprender, crecer, mejorar y vivir, somos ese pueblo que busca la seguridad de una existencia para después desde esa tranquilidad poder criticar y despellejar todo lo que nos resulta incómodo y feo de nuestra sociedad.

Un pueblo que bebe del opio de las instituciones, esperando poder encontrar su hueco, poder ocupar su plaza, esa ansiada plaza, y con ello tener esa seguridad qué le permite decir lo mal y lo difícil que esta todo.

Somos un pueblo cuanto menos curioso, pobre y curioso, un pueblo que no quiere que nada cambie para no perder esos despojos de los que vive, o mal vive, mientras se queja airadamente de todo lo que le resulta incómodo.

En definitiva, un pueblo pobre de espíritu.

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