En gastronomía como en casi todos los demás oficios , existe un gran problema a la hora de formar a los nuevos trabajadores.
Hablamos de largas jornadas de trabajo, con calor, comiendo de pie y en muchas ocasiones aguantando malas maneras por parte de los superiores.
Todo esto en pro del esfuerzo y sacrificio, para adquirir la disciplina necesaria para aguantar este tipo de oficio.
Pero sabéis una cosa, la disciplina impuesta no funciona, la disciplina impuesta genera personas llenas de resentimiento, llenas de odio y con muchísimas posibilidades de convertirse en futuros profesores que pagarán a sus alumnos con la misma moneda que recibieron.
Esto es una realidad que he vivido, he sufrido y he practicado cuando tuve ocasión, no os hablo de suposiciones, os hablo de realidades experimentadas por mí y vistas en la inmensa mayoría de mis compañeros.
Cuando practicamos y enseñamos este tipo de disciplina generamos malas personas y las malas personas no pueden ser buenos trabajadores, no buenos líderes.
Tenemos que fomentar la autodisciplina, la que cada uno nos imponemos y a través de la cual crecemos, esa es la clave para generar grupos de trabajo comprometidos y líderes con valores.
El resentimiento es hijo de la imposición y a largo plazo acabará generando ira.
Como siempre os digo esta es una visión personal de como veo y siento el entorno profesional en el que me desenvuelvo y no tiene que ser la correcta ni la acertada, simplemente es la mía.