En estos últimos tiempos de velocidad y falta de reflexión, se está dando una situación paradójica dentro del mundo gastronómico.
Entramos, hace ya algún tiempo, en la era de lo “autóctono”, en el tiempo del Km-0 y la proximidad, en el momento de la cercanía y de lo del terreno. Esto sin ser ni bueno ni malo, se esta convirtiendo en un dogma tanto a nivel gastronómico, como a nivel alimenticio.
Parece ser que si algo es del terreno o de proximidad se da por hecho que es bueno y sano.
Y yo me pregunto ¿realmente somos tan simples? No hace falta que respondáis rápido a esta cuestión, tomaros vuestro tiempo.
Es evidente que los productos de proximidad tienen un impacto menor en el medio ambiente al no haber transporte, pero de ahí a que sean sanos y de calidad tienen un largo camino que recorrer y un gran esfuerzo a realizar por parte del productor (no todo puede ser excelente simplemente por el hecho de estar producido cerca de casa).
En estos momentos tenemos la extraña conturbe de meter toda la información y todo los conceptos en un mismo saco, lo removemos bien y a partir de ahí, con todo mezclado, nos hacemos una idea de lo que son las cosas.
Tengamos en cuenta que lo artesano, de proximidad y autóctono en ocasiones no es la mejor opción, ni cuando hablamos de salud, ni cuando hablamos de sabor y mucho menos cuando hablamos de calidad.
Simplemente os invito a reflexionar y a llamar a cada cosa por su nombre, a lo bueno, bueno, a lo malo malo y a lo excelente, pues eso excelente, mucho más allá de si es de aquí o de allí.
Y recordar que el producto artesano por excelencia es la MIERDA, la cual está fabricada mediante procedimientos físicos y sin la intervención de medios mecánicos, y creo que buena lo que se dice buena no está.