Esta es la visión de la realidad en la que se desenvuelve Freeland Cook a la hora de desarrollar proyectos gastronómicos, pero sobre todo a la hora de conseguir que los equipos humanos que conforman los proyectos se motiven. Como siempre es una opinión basada en vivencias y siempre debe de ser cuestionada por la experiencia personal de cada uno.

El panorama idílico.

Toda la plantilla es plenamente consciente del esfuerzo que supone poner en marcha un nuevo proyecto, y el empresario es consciente del esfuerzo que tendrá que hacer dicha plantilla y que le dará unos días de formación para que en la apertura no se repitan errores que se le avisan, que sin una formación adecuada, sucederán.

Se respetan descansos y tiempos para que todo fluya perfectamente y que la propuesta  sea un éxito desde el principio.

El panorama real.

En mi día a día me encuentro que en la inmensa mayoría de los casos no se respetan los tiempos necesarios para conseguir generar un proyecto con unos cimientos sólidos.

Las prisas y la falta de previsión priman por encima de la estructuración y es algo que llega a normalizarse y a sentirse como la forma común de trabajar.

Frases del tipo “tranquilo que todo saldrá bien” o «al final de un modo u otro todo estará listo» me dejan desconcertado.

Es evidente que todo saldrá bien, pero mi pregunta es…

¿Qué precio estamos dispuestos a pagar para que todo salga bien?

Veo a diario plantillas llevadas al límite y casi hasta la extenuación con tal de conseguir cumplir los objetivos fijados para aperturas y reestructuraciones, y es algo de lo que me siento responsable y en parte culpable, ya que soy parte de esa estructura que empuja y exprime a los compañeros de la cocina para cumplir unos plazos que en la mayoría de los casos son fruto de la mala planificación.

Llevamos al personal al límite para cumplir objetivos y nos aprovechamos en muchos casos de su ilusión y sus ganas de aprender, confundimos su entusiasmo ante un proyecto nuevo con el «todo vale» sin ser conscientes que llegan fundidos al momento más importante del proyecto, la apertura, ese día en el que todo debe de estar perfecto y para el cual tenemos que tirar de magia para suplir las carencias. En una ocasión un compañero me dijo una cosa que me dejó marcado: «La magia en la cocina, es para los momentos puntuales en los que todo lo demás falla».

Y yo añado: si en tú cocina estas todos los días usando la magia y los trucos, tú cocina se transforma en una cocina vulgar, mediocre y sin alma.

En estos tiempos tan complicados de prisas y necesidades económicas creo que nos deberíamos de replantear el trato que se le da al personal en los inicios y el por qué tras unos meses de esas plantillas que comienzan en los proyectos, no suele quedar nadie.

Mucho para pensar y mucho para meditar, os invito a ver más reflexiones aquí.

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